No pensaba empezar así mi relato. Me hubiese gustado presentarme como es debido antes, deciros quién soy, de dónde vengo y qué me motiva para escribir esto. Pero los acontecimientos se han precipitado de tal manera que no queda otro remedio que empezar con algo que ocurrió hace, aproximadamente, un año...
...Más concretamente fue el sabado de feria de 2007. Un amigo, puede que en solidaridad conmigo, me quiso presentar a una chica, amiga de su novia. Yo siempre he sido una persona que no se ha preocupado por su aspecto, pero ese día me preparé a conciencia: zapatos, pantalón a la última, camisa y americana. Ella me cautivó al instante. Decir únicamente que es guapa sería faltar a la verdad, sólo los ángeles podrían acercarsea lo que su rostro desprendía. Aquel día me enamoré perdidamente de ella, y dudo que algún día pueda olvidarla.
La tarde pasó volando y la noché llegó. Y ella se fue. Yo aparentaba ante todos mis amigos no pensar en ella y simplemente pasármelo bien. Debo ser muy buen mentiroso, pues parece que la falacia caló en ellos. Pero por mucho que tratase de aparentar de cara a la galería, mi cabeza sólo podía centrarse en una cosa.
Pasaron un par de semanas hasta que volví a verla, un poco engañado por mi amigo (al que sólo puedo expresarle palabras de agradecimiento). Él estaba pasando una mala racha con su pareja y aún así fue a verla, aunque estuvieron bastante fríos. Tengo que reconocer que nunca he sido demasiado vivo en cuanto a mujeres se refiere, por lo que no es de extrañar que no pasara nada entre nosotros el rato que estuvimos a solas, esperando en mi coche a que ellos hablasen. Aquel día conseguí su número de teléfono, algo que para muchos es algo cotidiano, pero que para mi significaba llegar un paso más allá de lo que nunca había hecho.
Pero ya he dicho que nunca he sido demasiado vivo en cuanto a mujeres se refiere. No supe sacar partido de lo poco que había conseguido. Así pasó el tiempo y, cuando yo ya había perdido toda esperaza, fue ella la que dió señales de vida. Fue días antes de ir a la playa, en el mes de Julio. A mi aquello me chocó, me pareció increible que ella, después de vernos sólo dos veces y unos pocos mensajes al móvil, se acordase de mi varios meses después. Pero más increíble me pareció que unos días después viniese a la playa con nosotros. Estuvo conmigo bastante rato, y mi hermana me ha confesado que le hicieron varios comentarios del estilo "qué espera tu hermano para entrarle". Pero soy torpe, no hay de malo en ello. No supe cual era el momento idóneo. Y pasó el día y cada uno volvió por donde había venido.
Días después fuimos a un conocido parque temático. Pero ella no estaba allí. Quise aparentar pasarlo bien, y en el fondo lo hice, pero estuve continuamente pensando en ella. Unos días después quedamos varios amigos y, curiosamente, los únicos que íbamos sin pareja éramos ella y yo. Aquella noche di un paso más, y me aventuré a quedar con ella a solas... y ella aceptó.
Puedo decir que fue la mejor tarde/noche de toda mi vida. Nunca había llegado tan lejos, nunca había estado tan seguro de que iba a salir bien. Aquel día fuimos al cine (aunque he de confesar que no me enteré de nada de la película, yo sólo tenía ojos para ella), cenamos, paseamos y la llevé a un local con ambiente romántico a tomar unas copas. No pasó nada entre nosotros, pero estuvimos hablando de cosas íntimas nuestras, de nuestros sueños, de nuestros fracasos, de nuestros miedos...
Unos días después, a mediados de Agosto, vovíamos a la playa, en esta ocasión a pasar el puente. Ahí empecé a tener serias dudas. Su actitud hacia mi era a ratos de absoluta ignorancia y a ratos de una dulzura increíble. Mis dudas se vieron confirmadas pocos días después, en una de las noches en las que salimos. La llevé a su casa, como solía hacer habitualmente, y cuando llegué a mi casa le mandé un mensaje de texto al móvil. No decía nada extraordinario, simplemente que estaba a gusto estando con ella. la respuesta me destrozó el corazón en mil y un fragmentos: "lo siento mucho, tú me caes muy bien, pero en este momento sólo puedo ofrecerte mi más sincera amistad". Aunque he de admitir que en el momento encajé bien el golpe, quizás por el cansancio o quizás porque, en cierta medida, ya lo esperaba.
Fue al día siguiente cuando me derrumbé. Primero cuando le conté la historia a mi padre, y luego cuando se la conté a aquel amigo mío que me la presentó unos meses atrás. Eso fue lo peor. No logro recordar una vez en la que haya llorado tanto por una mujer.
Por mucho que digan que el tuempo cura todas las heridas, yo puedo asegurar que hay algunas que ni el propio tiempo puede borrar. Menos de un mes después del mazazo me enteré de que ella padece una enfermedad, y que su rechazo se devió a ello, no quería hacerme daño, pero en el fondo ella me amaba. Pero ella no debía enterarse de que yo lo sabía, por lo que estaba peor incluso, no podía jugar esa baza y encima tenía sobre mi conciencia que debía estar a su lado en esos momentos duros. Opté por la salida cobarde, que no fácil, de dejar que el tiempo se encargara de cerrar las heridas. La vi un par de veces más (y desde entonces no he vuelto a verla). Incluso me enteré de que tuvo una historia con otro.
No volví a saber nada de ella hasta Nochevieja. Fue ella la que me felicitó el año nuevo. La verdad es que fue un mensaje al móvil clásico de felicitación navideño, pero por qué tanto tiempo después. Mi Nochevieja podía haber sido sensacional, pero sin embargo estuve pensando en ella toda la noche (ya se sabe, penas y alcohol no son buenas compañeras de viaje).
Pero de nuevo logré sobreponerme y dejé que el tiempo hiciese su lastimosa labor. Parecía que lo estaba consiguiendo, pero como ya he comentado, hay heridas que parecen estar empeñadas en no cicatrizar nunca y, conforme se acercaba la feria, volví a pensar en ella. Verdaderamente no la he olvidado. Y, como si una burla cruel del destino se tratase, hoy, lunes de feria, me he enterado de que ha vuelto a tener ataque de su enfermedad, que su familia no la apoya y que lo está pasando verdaderamente mal. Y seguramente esta semana volveré a verla... y no se cómo voy a reccionar.
Como no me canso de repetir, hay heridas que no quieren cerrarse... y de momento prefiero que sigan abiertas.