viernes, 13 de junio de 2008

Caminos

Siempre pasa lo mismo. Haga lo que haga, está visto que es mi sino. El final del camino es siempre el mismo.
Pero pese a que el final siempre es el mismo, los caminos que llevan a él no siempre son iguales. Puede ser un camino recto, en el cual, desde el principio, antes de dar el primer paso, ves claro el final.. O quizás ese camino se torna pedregoso, lleno del altibajos, en ocasiones sencillo y en ocasiones imposible. Ese camino puede ser engañoso, puede ser que te veas caminando por un bello paisaje, entre rosas, pero a cada paso que das te vas clavando las espinas, cada vez más profundamente.
Pero errar es humano. Pese a saber el final del camino, de antemano, me vuelvo a poner en marcha una vez que las secuelas del anterior parecen remitir, confiando en que, esta vez, el final del trayecto sea diferente.
Lamentablemente, esta vez parece que el final es el mismo de siempre. Un camino que no lleva a ninguna parte, que me eja en el mismo punto de partida, pero cada vez un poco más cansado, cada vez con menos ganas de volver a emprender la marcha. Afortunadamente esta vez el camino ha sido breve, de esos que, antes de meterte hasta el fondo, en el punto de no retorno, decides dar marcha atrás y quedarte sentado a un lado, pensando en si realmente merecía la pena haberlo emprendido, aunque en el fondo sabías, antes de empezar, cual uba a ser el final.
Todo camino es difícil de recorrer. Todos los caminos requieren cierto sacrificio. Toda ruta deja secuelas y marcas imborrables. Pero cuando sabes cual es el final del camino, te planteas se realmente merece la pena volver a calzarte las botas y emprender la marcha. Hablo, como no, de esos caminos que, dicen, llevan al amor.